La "sorpresa" saltaba a finales de la pasada temporada, cuando la Real Sociedad de San Sebastián finalizaba en cuarto lugar la liga, por lo que conseguía un billete para jugar, al menos, la previa de la Champions League. Y digo "sorpresa" entre comillas porque el conjunto txuri-urdin había demostrado en la segunda mitad del campeonato que se merecía dicha plaza, jugando un fútbol alegre, vistoso y sobre todo entretenido. Con una defensa actuando como muro, empezando por Claudio Bravo y acabando por un soberbio Carlos Martínez, un medio del campo que creaba juego a diestro y siniestro, y un ataque que finalizaba a la perfección gran parte de las ocasiones de las que disponía. La relación entre el equipo y Anoeta era total, idílica, Vela y Griezmann se asentaron como los ídolos de los donostiarras, y Agirretxe fue el 9 que llevaba buscando la Real desde Darko Kovacevic. Todo era de color rosa, pero, sin embargo, no todo iba a ser igual en la siguiente temporada.
El verano arrancó con una mayúscula sorpresa que cogió a todo el mundo desprevenido: Philippe Montanier, el técnico que había convertido al equipo donostiarra en una máquina de hacer fútbol, no renovaba, y se confirmaba su vuelta al Rennes francés. Ante esto, todo el mundo esperaba que el presidente Aperribay y su directiva llegasen a un acuerdo con algún técnico de cierto renombre en el mundo del fútbol, dado que la entidad txuri-urdin estaba clasificada para la máxima competición continental. Se habló, incluso, de la posibilidad de que el elegido fuese Laurent Blanc, pero finalmente no fue así. La junta directiva confió en un técnico de la casa, un hombre que hasta el momento había sido el segundo de Montanier y el primer entrenador de un equipo juvenil de la Real, su nombre era Jagoba Arrasate. En su momento, la noticia asombró, aunque no tardaron en llegarle apoyos desde todos los rincones de Guipúzcoa al nuevo técnico, había que darle tiempo para que trabajase con el grupo y que llegasen los primeros resultados para juzgarle. Así pues, la afición depositó su confianza en Arrasate,
Tras haber elegido entrenador, Aperribay debía centrarse en confeccionar la plantilla para una larga y exigente (a la vez que ilusionante) temporada. Eran necesarios un par de fichajes para aumentar la calidad del grupo y dar un enorme salto para jugar en Europa. Pero llego Florentino con sus millones y se llevó a una de las piezas clave del sistema de juego del equipo, Asier Illarramendi, por 40 millones. Aperribay debía reaccionar, era más que necesario el fichaje de un delantero centro y un mediocentro creador para suplir la baja de Illarra. El delantero no tardó en llegar, el elegido fue Haris Seferovic, una joven perla suiza que había despuntado con la selección sub21 y debutado con la absoluta. Pero, por contraposición, el tan ansiado mediocentro tardó en llegar, y a finales de verano Esteban Granero llegó procedente del Queens Park Rangers inglés. La Real Sociedad ya tenía a su creador de juego. Sin embargo, estas dos nuevas incorporaciones no fueron del agrado de muchos fieles del conjunto donostiarra, que consideraban que eran incorporaciones un tanto "débiles" para lo que el club podría haber llevado a Anoeta. El tiempo determinaría quién tenía la razón.
Tras una irregular pretemporada (partidos suspendidos, rivales débiles o de dificultad media... hasta el propio Carlos Vela escribió un twit, que luego eliminó, quejándose de la mala planificación de ésta), arrancó la temporada con la eliminatoria de Champions frente al Olympique de Lyon. En dicha eliminatoria, la Real volvió a mostrar un juego de ensueño, creando ocasiones, siendo alegres con el balón y dominando el encuentro en todo momento. Griezmann y Seferovic, con dos auténticos golazos, fueron los encargados de asestar el primer (y a la postre definitivo) golpe a los franceses. La vuelta en Anoeta (lleno hasta la bandera) fue un mero trámite, la Real jugó maravillosamente bien (una vez más) y consiguió el pase a la fase de grupos de la máxima competición continental con otro 2-0, esta vez fue Vela quién dejo su sello de calidad al anotar un gol "maradoniano". Donostia tenía motivos más que suficientes para soñar con algo grande. Y más aún cuando el bombo determinó que los vascos se medirían al Manchester United, Shaktar Donetsk y Bayer Leverkusen en dicha fase, un grupo que, visto lo que les podía haber tocado, no estaba del todo mal. En liga, mientras tanto, los de Arrasate llevaban una trayectoria regular, venciendo con comodidad algunos partidos, empatando otros y cayendo derrotados ante el todopoderoso Atlético de Madrid. La confianza en Arrasate estaba intacta.
Y por fin llegó el ansiado día: la Real debutaba ante su público en Champions contra el Shaktar Donetsk ucraniano. Con la ilusión por bandera, y siendo conscientes de sus limitaciones, la Real inicio su corto periplo en esta edición de la Champions. Sin embargo, el inicio no fue como ellos esperaban: pese a hacer un partido correcto, los txuri-urdines caían derrotados por 0-2 en Anoeta, y para colmo, Esteban Granero, el hombre llamado para hacer olvidar a Illarramendi, se lesionaba de gravedad. Se perdería casi toda la temporada. A pesar de este varapalo, los donostiarras tenían que seguir luchando para intentar conseguir el pase a la siguiente ronda. Pero, una vez más, y esta vez con una tremenda mala suerte, eran derrotados en Alemania por el Leverkusen por 2-1. La gente en la capital guipuzcoana se lo empezaba a no creer, era imposible que tuviesen tan mala suerte, no podía ser. Aún así, todavía quedaba el plato fuerte de esta ronda: los dos partidos frente al Manchester United. El primero de ellos se jugaba en Old Trafford, y la afición respondió llevando a 6000 personas al "Teatro de los Sueños", emulando así (o intentándolo, dado que fueron 8000) a sus vecinos bilbaínos. Y, una vez más, la mala suerte se cebó con la Real: Iñigo Martínez conseguía en el minuto 1 el gol en propia más rápido de la Champions League, un gol que resultó ser decisivo, dado que el encuentro finalizó con victoria ingles por 1 gol a 0. Así que, los de Arrasate se plantaban en la segunda vuelta de la fase de grupos siendo los colistas del grupo con 0 puntos. Tenían que reaccionar si querían pasar de ronda. El encuentro de vuelta ante "los diablos rojos" en Anoeta fue un atisbo de esperanza, y pese a que Van Persie fallase un penalti y diese un palo, y que el United controlase totalmente el partido, la Real consiguió sacar un valioso empate del encuentro. Se mantenían con vida.
El partido ante el Shaktar en Ucrania sería decisivo para el futuro de la Real: si ganaban seguían vivos en Champions, si empataban podrían ir a Europa League, y si perdían...adiós a Europa. El partido no pudo ser peor, los donostiarras caían por 4-0 en un nefasto encuentro, y se despedían de Europa totalmente. Arrasate, más cuestionado que nunca. La prensa local, y hasta los propios aficionados txuri-urdines, definieron la participación del equipo en Champions como ridícula, cuestionando la actitud de algunos jugadores y el sistema de juego de Arrasate.
Llegados a este punto es bueno preguntarse que ha llevado a la Real a hacer el ridículo en esta Champions, no ganando ni un solo partido hasta la fecha (a falta de uno), encajando 9 goles y anotando tan solo 1. Quizás si la plantilla hubiese estado mejor planificada se estaría hablando de otra cosa, quizás si los jugadores hubiesen mostrado más compromiso hacia el club, quizás si Aperribay hubiese puesto en el cargo de técnico a una persona con más experiencia, quizás si la afición hubiese sido más exigente, quizás si la afición hubiese sido realista y hubiese tenido los pies en el suelo, quizás si la preparación física hubiese sido mejor (muchísimos jugadores con algún tipo de molestia), quizás si algunos jugadores se hubiesen centrado desde el principio... quizás, quizás, quizás. Lo que está claro es que la participación de la Real en la Champions ha sido como su partido en Ucrania, ridícula. Ahora el equipo se tiene que centrar en conseguir meterse en Europa y en, ¿por qué no?, llegar lejos en la Copa del Rey. El verano será otra historia.
Jon Martínez.
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